martes, 16 de septiembre de 2014

ENTRE CUERDAS Y PINCELES

7.30 p.m. indica la invitación.  Así es que, como si fuera el hipódromo, mi “corcel” hecho TAXI trata de atravesar un inesperado tráfico de fin de semana, en una Av. Javier Prado atacada por una suerte de “fiebre de sábado por la noche”.

Diana me llama por cuarta vez y yo que estoy tan cerca aún no llego.  El concierto espera y para no estresarme sigo con el siempre perfecto Bono y U2 al otro lado de los audífonos.  “The Sweetest Thing” parece decirme…

Por fin.  Bajo del auto corriendo y el tacón altísimo enredado con la tira de la cartera y  parte del abrigo rojo, me regresan a tierra firme.  Una carcajada mental me devuelve el “Ok. Lucy”.

Una sonrisa inmensa en la entrada, una bienvenida sumamente cálida, un espacio totalmente iluminado y un retrato, a lo lejos, que enmarca a una familia musical ya ubicada en el escenario.  Al fin he llegado.


Aún recuerdo la primera vez que mamá me llevó a un concierto de cámara.  Tenía 3 años, un lazo inmenso en la cabeza y ese estilo tan girly de los años 80 que aún permitían las niñas de esa generación.  Entonces, igual que ahora, un violín le daba paso al resto de instrumentos y mis ojos se abrían inmensos.  Aún me sucede…
Carlos Costa, el maestro, le abre camino una y otra vez a su Orquesta y a las notas de Richter,  de Saint-Saëns y al potente dueto formado por Lorenzo y Leonardo, sus hijos, en el violín y el cello respectivamente.

Me emociono, te emocionas, se emocionan todos con cada “solo” y con la música a dúo de estos hermanos.  “¡Qué lindo! – piensas mientras no quieres que se acabe-.  Es el preludio perfecto para lo que pronto llegará.

Se abre el cóctel y la exposición de arte.  Por fin puedo apreciar, en persona, los cuadros de la artista Diana Riesco-Lind.  ¡Me encantan!.  Los colores, las texturas, el estilo.  Ya sé cuál es mi favorito, mientras me va contando la historia de cada uno, con ese tono de voz tan acogedor, la sonrisa eterna y la calma contagiante que había olvidado que solo ella puede tener. 



Mientras camino recorriendo la sala, encuentro otro cuadro que me acerca paso tras paso.  Un paisaje que aunque nostálgico no te genera la tristeza que, bajo ese estilo, muchos otros sí.  Al contrario,, los troncos lila son lo primero que observo y me quedo pegada por varios minutos.


Entre todo sigo encontrando más obras que logran atraparte de la mejor manera.




Como periodista suelo asistir a muchos eventos.  Y aunque siempre resulta interesante, no siempre te sumerges en un ambiente inundado de tanto entusiasmo, carisma y de diversas mujeres que trascienden el canon de lo “cotidiano” y unen fuerzas, talento y un instinto multifacético para ayudar a otros.  En este caso, para promover el trabajo y pasión de alumnas y profesoras del “Instituto Pedagógico Nacional Monterrico”.

“The American Women’s Literary Club” es el responsable.  Una wonder woman tras otra, convertidas en las anfitrionas de la noche.

Ha sido genial encontrarte un interminable abanico de sonrisas, una y otra vez.  Una reunión con pinceladas, con la inspiración de diversos artistas, aficionados unos y profesionales otros.  Pero todos encantadores.

Una dosis de música clásica en medio de mi jamás rutinaria vida.  Un reencuentro con el presente y también con el futuro.

Lucy.


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