domingo, 28 de junio de 2015

EL MUSICAL 2015: BROADWAY, COLOR Y CAJÓN

Por Lucy Quintanilla

El Teatro Municipal de Lima, el más lindo y majestuoso que tiene Perú presentaba “El Musical 2015: Broadway, color y cajón”  la misma noche en que el equipo nacional  iba goleando, después de mucho, en la Copa América.  Lleno total en las butacas, dos minutos para que se abra el telón, hombres y mujeres apurados anunciando que se van cerrando las puertas, gente que recién llega, luces imponentes en medio de altísimos techos y una arquitectura que te sumerge en épocas palaciegas.  De pronto, un grito de “¡Gol!!!!!!!!!!!!!!”  emitido por más de cien voces al mismo tiempo. En los últimos minutos Perú acaba de atinar una vez más la pelota en el arco contrario y el partido está cerrado.  Era el anuncio perfecto y la antesala  precisa para una noche de celebración en la que el sabor, color y sonidos peruanos se concretarían a través de la música, de un cuerpo de baile que rezumaba vida y un público que no podía esperar más. 


El teatro tiene el privilegio de envolverte en sus historias, de contagiarte la risa del hombre de al lado, de sumergirte en la preocupación de la mujer alojada en frente tuyo…allá arriba en el escenario, de infiltrarte en  los apuros, enojos o emociones ilimitadas de los múltiples cuerpos que desfilan alrededor tuyo, esos que son parte del elenco, en este caso de uno imparable y con la energía de un batallón de mil niños una tarde de verano en la playa.  Una vez que sube el telón se abre un universo paralelo para los que estamos ubicados al otro lado de esa frontera casi mágica.

Sin embargo ¿qué ocurre cuando los ecos de esa historia resultan una suerte de película en 3D que se despliega a lo largo de todo el espacio, cuando sus sonidos invaden placenteramente tus sentidos y la explosión de color y luces te moviliza a lo largo y ancho de los cuatro puntos cardinales que dirigen el radar en ese momento?

El Musical 2015 es el sello final de la ardua búsqueda por fusionar los increíbles sonidos peruanos con aquellos que por años han marcado la pauta de los mejores musicales de Broadway, esos que siempre resultan una delicia para los oídos y que en esta ocasión sedujeron, una vez más, a todos.




La historia concreta la preocupación de un equipo por producir un musical original y que al mismo tiempo no pierda las raíces de los grandes clásicos, uno que tenga personalidad propia y que encante a todos, que sea impresionante, que pueda aterrizar y no se quede tan solo en el imaginario.  ¿Qué obra podría alcanzar un nivel tal alto y ser algo nunca antes visto?  O es que al final siempre es mejor quedarse en la zona segura y mostrarle al resto aquello que ya conoce y espera una y otra vez…

La preocupación, e incluso desesperación, de la productora, directora y el elenco en general por lograr  algo sensacional se vierte a través de pasos de danza y notas musicales.  Una narración que nos cuenta los miedos, las etapas, los procesos de espera, la toma de consciencia de los problemas económicos, las mil consultas tocando puertas, la inseguridad por un posible fracaso, las ganas de tirarlo todo al tacho porque el proyecto es un gigante,  las sacudidas de cabeza para reaccionar y darse cuenta que vale la pena seguir, que nada es fácil aunque ya esto suene a frase trillada, las travesuras en el camino y la complicidad con los miembros del equipo en la búsqueda por alcanzar el sueño y volverlo realidad.  Todo gira y gira hasta que, por fin, llega la noticia y las palabras de la productora a su equipo “Les encanta ¡quieren fusión, quieren apuntar por nuestro musical y están felices por ver más de lo nuestro!”.  Así empieza esta historia musical que se basa en la fusión de ritmos reveladores que tiene Perú.

La pieza musical inicial que relata la búsqueda por encontrar la idea central es de las mejores de la obra, un diálogo bien articulado con un mensaje claro que permite establecer un paralelo con la vida misma y todas las vallas que hay que saltar para poder alcanzar la meta.  



No hay espacios vacíos, se mantiene el ritmo constante y el hilo conductor permite seguir la obra con facilidad.  Broadway es, qué duda cabe, el ideal máximo de cualquier actor, director, productor, bailarín o talento que quiera llegar a la cima en este rubro y en tal sentido  Denisse Dibós, y su gran equipo de trabajo, han perseguido un proyecto ambicioso y han logrado instaurar una analogía concreta con obras clásicas como Cabaret, El Hombre de la Mancha, Evita, Amor sin Barreras o Jesucristo Superstar.  La amalgama de estos clásicos, sus herramientas y características con los ritmos afroperuanos y un grupo de artistas que llevan el ritmo latino en la sangre ha generado la ovación total. 

Probablemente el camino que queda hacia el gran maestro norteamericano sea extenso y aún nos falte un buen tramo por recorrer, pero los resultados confirman que esto va más allá de las intenciones y que el riesgo ha madurado sus frutos con éxito. Tomando en cuenta que el público limeño aún está descubriendo el consumo de arte y cultura en general es genial que obras como éstas se luzcan en la ciudad y permitan conocer más acerca de diversos temas, especialmente que no sean solo una “nueva versión” de un original, que de por sí ya es meritorio, sino que apuesten por correr riesgos y utilicen recursos de nuestra propia cultura con tanto orgullo y esfuerzo. 


Preludio ha intentado reunir protagonistas muy distintos entre sí y eso ha enriquecido aún más el efecto hipnotizante que por momentos tiene la obra.  Las coreografías, en su mayoría, están sincronizadas en su totalidad,  el cuerpo de baile que llega mucho más allá de la práctica y rompe con lo mínimo esperado dominando cada movimiento y sumándole a esto el despliegue actoral.

  
A veces olvidamos que lo nuestro deja huella y es estupendo que esas raíces sean plasmadas con tanta voluntad en un escenario, demostrando que pueden mantener un perfecto equilibrio con los rasgos más sofisticados de esta vertiente artística.  Los sonidos emitidos por las palmas golpeando el cajón, los pasos clásicos de la danza afroperuana, los cabellos sacudidos al viento, las caderas viviendo al máximo ritmos latinos, los brazos siempre levantados o al compás de las olas que forman un viento que solo trae noticias de que todo valió la pena.

La clave del éxito de este musical está en que ha logrado por completo identificar a su público. Uno orgulloso de los sonidos tan propios y que lo ha demostrado aplaudiendo a más no poder. Ritmos en extremo contagiantes, cuerpos bailando desde sus asientos, gritos que vitorean a los bailarines y palmas que le hacen el coro a lo que, de por sí, parece no necesitar más. 






Es un éxito de taquilla, de eso no hay dudas.  El talento aunado al entusiasmo y la pasión de los integrantes de Preludio es evidente, incluso ante el recordatorio de que siempre hay elementos por perfeccionar.  Decir que ha sido un éxito aquí es absolutamente cierto; que sería un triunfo afuera: probablemente con la sencillez necesaria para seguir afinando los procesos de creación; que no tiene nada que envidiarle al gran monstruo neoyorkino suena a soberbia pura y mentira innecesaria; que la obra es un mérito del que nos tenemos que sentir orgullosos: ¡Claro que sí!

Una experiencia nueva que ha superado las respuestas esperadas.  “Combinar jazz con nuestra música afroperuana a través del cajón” diría Denisse Dibós en algún momento dando, una vez más, en el clavo. Fuera las diferencias de todo tipo, esta es la última exposición del arte peruano que ha reunido representantes de todas las razas, estratos socioeconómicos, edades y otras diferencias sin sentido.  La combinación perfecta del éxito asegurado.

Este musical constituía una cita impostergable para mí, además de que tenía muchas ganas de verlo sabía que escribiría sobre la puesta en escena.  A pesar de estar siempre tan ocupada mis espacios para disfrutar de lo que más me gusta y me interesa que es el arte, son prácticamente intocables.  Preludio es una de nuestras principales compañías musicales y sus espectáculos siempre tienen un nivel alto para el establecido acá, uno que te recuerda los de afuera y te asegura que lo que verás será algo que vale la pena.  No dejen de pasar por el post anexo, el siguiente donde les cuento cómo me fui al teatro.  El arte y la moda no se pueden desconectar, son expresiones de nuestra cultura y personalidad, uno nutre al otro y permite que nos identifiquemos y nos encontremos de manera más sencilla. 

Aquí les dejo una foto de lo que viene en el siguiente post!


Hoy es la última función de esta obra musical.  ¡Aún están a tiempo de llegar!  La cita es en el Teatro Municipal de Lima a las 7:00 p.m

Dirección: Jr. Ica 377, Cercado de Lima.

Créditos fotográficos de la obra:  Facebook de PRELUDIO

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